"Parte de una Historia de Fantasia"

**Luna de Cair Paravel** Lun Ago 30, 2010 6:25 am

Es una que yo estoy escribiendo, con todos los derechos reservados a mi, y solo a mi (no es por ser gacha, pero ya saben el plageo).
La historia se llama; El Secreto de las Arañas. Es el prologo, bueno, parte del prologo, espero su opinion, sean buenos, ya se que no soy la mejor.

El Secreto de las Arañas I
La Profecia.
Prologo: La Ultima Esperanza.

Arboles caídos, casas quemadas, un cielo negro sin estrellas, todo eso adornaba el deprimente paisaje. La luna se había escondido, ni siquiera ella deseaba ver la escena, era una noche oscura. La más oscura desde hace casi tres siglos en Clereaban. Terror, miedo, agonía…muerte. La segunda dimensión se encontraba cubierta por todo ello.

El sonido de las espadas chocando y hechizos volando, se confundía con los azotes de los látigos de las Zaris o los del viento, tan veloces y filosos como una cuchilla, dejando heridas en rostros que sangraban a gota gorda. Ríos de sangre con cuerpos por doquier corrían por el suelo. Miembros lejos de su propietario.

Varios ojos se levantaban al cielo. Viéndolo con fervor, pidiéndole misericordia, pidiéndole el alto de una gran masacre. Todo estaba escrito.
La segunda dimensión perecería, mares de sufrimiento abundarían, muerte para que llegara la vida. Pero… ¿de verdad tenían la fuerza para soportarlo?

Gritos de frustración, dolor, salvajismo, victoria y derrota. Los gritos de una guerra, que muchos dudan, puede acabar. Los gritos de una guerra interminable y repetitiva: La del bien y el mal.

Todo esto se puede ver a primera vista, si se eleva mas lo ojos y se enfoca un poco a la izquierda del paisaje, se vislumbra la Fortaleza de Eclipse, que ha sido atacada por sorpresa. El fuego lame sus murallas. Guardias y guerreros, sirvientes y cocineros, esclavos y damas, magos y niños. Todos por igual defienden con su vida la Torre Norte, la más alta de la Fortaleza. Los llantos, pensamientos y esperanzas, en cada estocada de espada o tiro de arco, son dedicados a la Reina, la bondadosa Layla.

Siluetas sin forma definida, se van acercando en cámara lenta, al lugar endito por los clerebianos. Siluetas que, a pesar de no llevar armas, sus simples ojos-muertos, que parecen recordar lo que uno conocería por infierno o purgatorio- son mortales. Aun más letales que cualquier veneno. Las risas burlonas de las criaturas suben de volumen.

Cientos de enormes miradas rojas, con cada centímetro acaban la poca luz existente. Viniendo de la tercera dimensión. El Mundo de la Oscuridad, desempeñan bien el trabajo de provocar la muerte interna.
El amanecer está lejos.

Alguien los guía, no es mago ni un hechicero, no se le podría llamar persona o humano a un ser como ese.

Sus grandes ojos verdes resplandecen a pesar de la oscuridad. Como si llevaran luz propia. No se trata de un verde común, es uno pálido y brillante, que da paso, cerca de la pupila, a un amarillo muerto. Es alto, demasiado alto. Arrebasa el uno ochenta y ocho. De pálida piel, como la de un esqueleto. Un cuerpo varonil, perfectamente bien esculpido, con fuertes músculos en el abdomen, más duros que una roca. Eso se adivina a pesar del traje vino que lleva puesto. Su cabello fino, gris seda, le cae largo- hasta las rodillas-, ligeramente ondulado, trenzado con los bigotes del viejo dragón purpura.

Va sonriendo, su rostro es joven, atractivo y peligroso.

Tentador.

Miranda cerro de golpe las enormes cortinas azul medianoche de la ventana, como si de esa manera pudiera frenar el ataque del ejército maligno.

Imagino lo que pasaría cuando llegaran hasta ahí, tembló.

-Las fuerzas de Netay se acercan. Eclipse ha sido atacada y sitiada-dijo, sombríamente, mientras se arremangaba las estorbosas mangas del vestido largo, con movimientos agiles de sus muñecas, los brazaletes de oro tintinearon al tocarse suavemente.

Camino, dándole la vuelta completa a toda la habitación circular, esquivando a las otras personas ahí; dos magos, un joven médico y tres damas, además de la Reina.

Llego hasta con ella arrodillándose, el lacio cabello castaño le cubrió parte de la cara. El cuarto estaba en silencio, se respiraba tensión, parecía no haber nadie, solo figuras, que bien podían pasar por inmóviles maniquíes. La Aprendiz de Sol-como se les denomina a los magos o hechiceros que practican la magia blanca- tomo la mano de la Reina:-Majestad, ¿que acaso no me ha oído? Eclipse ha sido sitiada, el ejército de Netay se acerca a la Torre Norte. ¿Qué haremos?

La tensión se incremento y los gritos de afuera, ya de por sí altos, se elevaron. Gritos de dolor, parecían venir del mismo infierno. La hechicera se estremeció.

Miranda cerró los ojos, tratando de no prestar atención a las agonías, mas, sus enseñanzas y lecciones se lo impedían. Los Aprendices de Sol debían ser atentos, saber en qué condiciones estaban sus amigos y enemigos.

-Paciencia, Miranda. Todo saldrá bien-la vos de Su Majestad sonó ronca, ya gastada.

Una dama le dio agua, acercándole la copa a los labios. El médico corrió hacia ella. Le midió el pulso. El parto no tardaría demasiado.

La hechicera abrió los ojos, contemplando a su Reina y, quien por un tiempo fue, también su maestra. Los cabellos, antes dorados como oro, ahora iban adoptando unos tonos plateados o algunos pocos, maíz seco. El joven rostro que conoció de pequeña, había madurado, ya pocas arrugar se asomaban, sin quitarle esa serenidad que desde niña tenía. Fácil era adivinar que fue una mujer hermosa de cuerpo envidiable. Sus ojos color ámbar contrataban con la clara piel. En el delgado cuello colgaba el objeto culpable de la contienda: un amuleto en forma de araña.

El Amuleto de Aracnis.

Grande, del tamaño de un puño o más. Hecho de algún metal negro encantado. En el vientre una enorme gema, parecida al ópalo, se encontraba. Su cadena eran dos delgadas líneas que se entrelazaban dificultosamente. La araña brillaba con luz propia, parecía pesada, demasiado para el cuello de la embarazada. Además, otra cosa rara tenia, se iba desgastando con el paso de los minutos, como si cada uno fuera una década.

Pero la luz del ópalo aumentaba.

Muy raro.

Pronto nacería el nuevo dueño.

-Alteza Layla, ¿Cómo se siente?-pregunto el doctor. Las damas y los otros magos voltearon.

La Reina perdía cada vez más el poco color en la cara que le quedaba. Apretó con fuerza la mano de Miranda, aguantando el dolor de la contracción.
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Pronto tendría en sus manos la Araña, la haría de él, la Torre Norte no tenía oportunidad ante su poder. Eclipse había caído luchando de una forma tan patética…

¿Ahora quien defendería la antigua magia? ¿Una Reina moribunda y sus sirvientes?

Netay rio.

Movió la cabeza, divertido, el bigote de dragón parpadeo en su cabello.
Ya faltaba poco para que llegara, iban cruzando un pasillo oscuro, las alas negras adornaban su figura, haciéndolo más imponente.

Sonrió.

El ejército de las sombras seguía caminado en la predicha Marcha de la Muerte.
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La frente de la Reina estaba llena de sudor, de nuevo la fiebre la atacaba. Una dama cambiaba el pañuelo mojado con velocidad.
Miranda no soltó su mano, se encontraba preocupada.

Otra contracción.

Layla grito.
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Ese grito era como un reloj, o peor aún: como un Señor del Tiempo.

Netay se dio la vuelta hacia el ejército, haciendo como una mueca que para nada quedaba con su atractivo rostro:- Sigan con su trabajo, acaben con cualquier rastro de vida que se les cruce. Que no quede nada en Luna Llena del Norte ni a sus alrededores. Nadie que la pueda recordar-dirigió su vista a la ventana de la Torre Norte-, yo tengo otro asunto.

Después de decir eso, comenzó a elevarse, siendo uno con el aire, tan ligero como una pluma.

-Ya no tendrán escapatoria-dijo para sí mismo.
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-Miranda, debemos poner un hechizo escudo alrededor de la habitación. El mayor tiempo que tardemos a Netay será de ayuda.

La aprendiza de Sol se levanto, soltó con suavidad la mano de la Reina, que se aferro a las sabanas ahogando otro grito de dolor, tomo su báculo de madera del suelo y se dirigió hacia sus dos camaradas.

Los tres se vieron significativamente por un rato, después se fueron a distintos puntos de la redonda habitación. Cada uno agarro su báculo con ambas manos, Miranda tanteo las inscripciones hechas con fuego. Sus túnicas color azul celeste, ondeaban con un viento que solo a ellos les llegaba. Levantaron la vista, viendo un horizonte invisible sin fin, cerraron los ojos concentrándose. El viento soplaba con más fuerza. Los cabellos se les movían libremente, al ritmo de la brisa.

De repente, los gritos callaron.

Los magos se encontraron con su espíritu.

Sentían el poder de los cuatro elementos fluir en ellos, abrieron la boca, empezando a murmurar varias cosas inteligibles y rápidas. Casi ni respiraban.

Soltaron los báculos al mismo tiempo, estos se detuvieron por si solos, flotando en el aire.

Abrieron los ojos. Los báculos comenzaron a brillar con una tonalidad dorado intenso, como un sol, que poco a poco se fue apagando, dejando la luz que despediría una vela.

El sonido de los cuatro elementos, por un segundo, retumbo; el crepitar de las llamas, un terremoto, el viento viajando, y una gran cascada.

Como un eco, también sonaron tres animales; el rugido del león, Grac, el Aprendiz de Sol más viejo, el silbido de una serpiente, Rubeus, y el canto de un águila, Miranda.

Después, de nuevo todo quedo en silencio.

Los magos contemplaron su obra. El hechizo escudo no duraría mucho, pero si el suficiente. Miranda se permitió sonreír, sus ojos marrones mostraron algo de tranquilidad.

La Reina volvió a gritar.

-Están a punto de nacer-dijo el joven médico.

Miranda corrió, posándose junto a su Señora. Le tomo la mano y esta se la apretó fuertemente, casi quitándole la circulación.

-Todo irá bien, Majestad, todo irá bien.
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La Torre Norte era más alta de lo que se había imaginado, no la creía tan imponente.

Pero eso no importaba, las palabras que el doctor había dicho sí, estaban a punto de nacer. Si no llegaba a tiempo para evitarlo, la profecía…

No, era imposible.

Quitándose ese pensamiento de la cabeza, siguió subiendo, impulsado por sus grandes alas negras.

jejeje, aun no lo acabo de subir, es que esta algo largo y no lo he pasado a la computadora, bueno, que opinana? No olviden los derechos de autor, acepto sugerencias.

**Bethlehem** Mar Sep 21, 2010 2:30 pm

está bacán ¿por que no continuas escribiendola?

**Luna de Cair Paravel** Mar Sep 21, 2010 6:44 pm

Bueno, es que soy medio floja, y no lo he pasado, pero ya les dejo lo que falta, ya lo pase a word.

El Amuleto de Aracnis estaba tan desgastado, que ya parecía de una época aun más antigua, el ópalo no dejaba de brillar, como si dentro tuviera al astro rey. La hechicera lo contemplo, olvidándose por un breve momento de todo.

La joya subía y bajaba en el pecho de la Reina, por la respiración entrecortada de esta, cada vez más rápido, apurando al tiempo. En un último grito se detuvo, bajando con un largo y sonoro suspiro.

Por un fugaz minuto se permitió creer que había paz: las niñas habían nacido.

Una dama inmediatamente limpio el sudor de la frente de la Reina y le dio agua. Las otras dos, abrazaban a una bebé cada quien, el doctor a la otra.

Se trataban de trillizas.

El médico se acerco, trayendo a la mayor en sus brazos. La niña estaba llorando, por ello no se le veían los ojos. Al sentir cerca a su mamá, los abrió, riendo alegremente, eran de un color rojo intenso.
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¡Maldición! Las niñas ya habían nacido, ahora hasta reían, incluso los gritos pararon, todos sentían la presencia de las futuras reinas de Clereaban, y dueñas del Amuleto Aracnis.

Vio la ventana e intento entrar volando.

Doble maldición, tenía un hechizo escudo puesto.

Netay hizo una mueca de desagrado.

Estúpidos Aprendices de Sol.
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Miranda dio un salto.

Layla beso la cabeza del bebé, no tenía fuerzas como para cargarla:- Tu nombre es Limelia.

Una de las damas le acerco la segunda, esta tenía los ojos azules, igual que el mar. Claros.

-El tuyo; Lumenztell- también beso su frente-Y el tuyo-agrego, dirigiéndose a la ultima la cual gozaba de unos ojos verde esmeralda- es Lizayle. Bienvenidas.

Al decir esto, sonó un chasquido, parecido al sonido de cuando alguien truena los dedos, y el amuleto se rompió. De la piedra, la antigua luz, brillo más y más fuerte, en cegando todo el lugar, cuando hubo acabado, la Reina había cerrado sus ojos para siempre, entregándose al eterno suelo de la muerte.

Se escucho un estallido.
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Netay lanzaba embrujos a diestra y siniestra, el escudo ya no les duraría mucho. Su tiempo estaba agotado, y el amuleto roto, lo único que lo atrasaba de su objetivo era el hechizo que habían puesto.
En cuanto lo abriera, convocaría a las sombras para acabara con todo Eclipse…
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Se concentro, iba a lanzar el golpe final.

La Reina había muerto.

No se pudo pensar mucho en eso, el estallido pronto los volvió a la realidad.

Miranda, sin saber porque, tomo el mando de la situación. No permitiría que las recién nacidas también murieran, lo mejor sería separarlas. Al menos hasta que las palabras de Layla, de una noche atrás, se cumplieran.

Si ellas tenían magia, juntas atraerían miradas curiosas.

-Detesto todo esto. Medico, denos a cada uno de nosotros a una niña, somos quienes mejor las pueden proteger.

El doctor y las damas dudaron, poco después entregaron a las niñas.

Cargando a la de los ojos rojos, les dijo a sus camaradas:- debemos acabar con el hechizo y ocultarlas.
Los tres Aprendices de Sol tomaron su respectivo báculo al mismo tiempo, rompiendo el hechizo.

Uno de ellos, de cabello rubio y ojos color miel, Grac, exclamo:- ¡portetel arcans!-les hizo una seña a los cuatro mortales, que entraron en el portal recién hecho, desapareciendo el último, al momento en que el portal se cerraba.

-Les deseo la mejor suerte-dijo y, apareciendo otro portal, se esfumo con la de ojos verdes.
Netay estaba en la torre. ¿Cómo volaba si no había luz de Luna? Se pregunto Miranda, bueno, eso importaba un pepino en este momento.

Ataco al otro Aprendiz de Sol, hiriéndole una pierna, este no perdió tiempo y, como su compañero, desapareció.

-No llegara muy lejos-murmuro Netay, y le sonrió a la última hechicera en el lugar. La mujer retrocedió un paso.

Justo cuando se preparaba para luchar, el Goldier fijo sus ojos en el amuleto roto en cuello de la muerta. Olvidando por completo a Miranda, se acerco, extendiendo la mano hacia él, como si no lo creyera, aun contemplándolo de frente.

Y entonces, la araña brillo con tal intensidad, que incluso los que estaban ocultos en los Bosques de Arcano y los sobrevivientes de los Reinos, pudieron verlo. Miranda cayó al suelo, protegiendo a la niña de la luz, ya que temía que se quedara ciega, sin soltar su báculo.

Netay lanzo un grito y todo se quedo en silencio.

La hechicera, sin pensarlo dos veces, tomo lo que lo hizo callar, entrecerrando los ojos, y abriendo un portal, se fue.
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El Ejército de la oscuridad chillo de dolor, mientras se desvanecían. Sangre negra manchaba los suelos de Eclipse.

Un Goldier había muerto, la tercera dimensión se volvía a cerrar.
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Miranda corrió, consciente de que en sus manos estaba la última esperanza de Clereaban, o al menos, una parte de ella.

Casi arrastrando los pies, arrullo a la bebé, tarareándole una canción de cuna que la Reina le había enseñado. Juntas se perdieron en la noche, ninguna de las dos se dio cuenta de cómo la constelación de Aracnis volvía a brillar en el cielo nocturno.

Las tres bebés se durmieron. Sabían que pronto se reunirían y, entonces, el final sería diferente.